Una de las cosas más interesantes de viajar por España es descubrir que es una tierra de contrastes: nada se parece el carácter de las gentes del norte a las del sur, ni se come igual en Galicia que en Cádiz, por mucho que el pescado sea el protagonista.
Esto también afecta a la forma de las ciudades y los pueblos y a los materiales de construcción, generando espacios tan interesantes como toda la región de la arquitectura negra de Guadalajara, uno de los reclamos turísticos más llamativos de esta zona del centro peninsular.
Desde hace un par de décadas, los responsables del fomento del turismo en la Mancha han fomentado las rutas por los distintos pueblos de arquitectura negra; todo un plan para los amantes del slow tourism, quienes disfrutan de los entornos rurales y, sobre todo, aquellos que aman los paisajes genuinos y completamente diferentes.
Qué es la arquitectura negra
La arquitectura negra es el nombre que recibe toda la tradición arquitectónica de algunas zonas del centro del país que, en el pasado, utilizaba un material muy concreto para levantar sus casas: la pizarra.

Esto genera una imagen peculiar: pequeños núcleos de población destacados por el color oscuro de sus fachadas, salpicados en valles, riscos y montañas.
Este tipo de construcciones son especialmente habituales en zonas rurales de Segovia, la sierra de Madrid y varios núcleos de Guadalajara. En esta última región, los pueblos más interesantes se sitúan en las tierras altas del noroeste.
El uso de este material no solo se debe a su alta presencia en estas zonas, que la convirtieron en un material barato y de fácil acceso durante los últimos dos siglos. Si no que además existen motivos funcionales para que los antepasados de castellanos y madrileños hicieran sus pueblos de pizarra negra: es una piedra perfecta para resistir a las duras condiciones climáticas de estos territorios, especialmente en la época de frío. También es un excelente elemento para construir techos que soporten la nieve y la lluvia, lo que mejora la impermeabilidad de los hogares.
Por todo ello, todavía resisten muchos núcleos de población que son representativos de la arquitectura negra de Guadalajara. Con los más bonitos, es posible crear una ruta que permite conocer a fondo la zona y disfrutar de este espectáculo para la vista y los sentidos.
Siete pueblos esenciales para conocer de la arquitectura negra de Guadalajara
Son muchas las opciones que los turistas tienen a la hora de elegir una ruta centrada en este territorio manchego. Obviamente, cada guía y cada habitante de la zona tendrá sus localidades preferidas y son muchas las localidades y aldeas que se disputan el puesto del pueblo más bonito de la arquitectura negra.
Por eso, hemos seleccionado siete de los pueblos que más nos gustan para conocer la arquitectura negra de Guadalajara. La mejor idea para visitarlos todos es dedicar a la ruta dos o tres días y viajar en coche o autocaravana:
Cogolludo: el inicio más impresionante
La mayor parte de los turistas que afronta esta ruta elige Cogolludo como primer destino. Se trata de una localidad que se encuentra apenas 40 minutos al norte de la ciudad de Guadalajara y que se convierte en una de las mejores puertas de entrada para este plan de turismo rural.
Sin embargo, Cogolludo no destaca por la utilización de la pizarra: ¿por qué hacer entonces esta parada? Conviene pasear por sus palacios ducales, sus iglesias, sus plazas y su castillo para conocer la parte más “noble” de toda esta Región.
De alguna manera, en esta población de apenas 550 habitantes se puede comenzar a entender el espíritu arquitectónico de la zona. Sobre todo gracias al gran palacio de Medinaceli, que data del siglo XV y que es uno de los edificios renacentistas españoles mejor conservados en la actualidad. Por todo ello, la propia diputación de Guadalajara recomienda este enclave para comenzar el viaje.
Valverde de los arroyos: adentrándose en la arquitectura negra de Guadalajara

Valverde de los arroyos es el primer lugar que genuinamente pertenece al conjunto de pueblos que conforman la arquitectura negra de Guadalajara. Con tan solo 88 habitantes, el visitante se encuentra con una pequeñita aldea situada a más de 1200 metros de altitud, donde la arquitectura ya empieza a cambiar.
Lo primero que choca en la visita es que Valverde “rompe” con la idea mental de los pueblos negros: no todas sus fachadas son oscuras, pero sí que se observa una gran presencia de la pizarra y, desde luego, cómo va tomando protagonismo el color que da nombre a la ruta.
De importancia en esta localidad es el Museo Etnológico; la ermita de la Virgen de Gracia, una pobre construcción de pizarra del siglo XIX, y, sobre todo, la llamada Catarata de la Chorrera, una caída libre de agua de más de 120 metros que se convierte en el plan imprescindible de la zona.
Almiruete: tierras de Carnaval
Tras disfrutar de Valverde de los arroyos, se invita poner el coche en dirección a Almiruete. Esta tercera parada está a menos de 20 kilómetros, que se recorren en dirección hacia el sur por la carretera GR 60, una compleja ruta de montaña en la que te recomendamos levantar el pie del acelerador y disfrutar del trayecto y los paisajes.
Almiruete se encuentra en pleno corazón del Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara y, como es habitual dentro de los municipios de la arquitectura negra, también es un pequeño cúmulo de casitas y edificios públicos construidos a base de pizarra, maderas y barro.
¿Qué hay que pasar a visitar en este enclave? Un simple paseo por el municipio basta para disfrutar de la arquitectura, sobre la que siempre reina el campanario de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Y es que justo es esta construcción la más interesante del conjunto.
Levantada en el siglo XII, es una excelente muestra del románico español, concretamente de su etapa tardía. De toda la estructura, destaca su espadaña, un curioso campanario construido por una sola pared que ofrece un toque visual muy singular.
Si nos fijamos en el calendario festivo, Almiruete es muy famoso por su carnaval: cada mes de febrero tiene lugar la fiesta de Botargas y Mascaritas, una tradición medieval que se recuperó en 1984 y que llena el pueblo de enmascarados con las imágenes clásicas del carnaval. Existe un Centro de Interpretación del Carnaval en el propio pueblo por si se quiere profundizar más en esta festividad.
Tamajón: el hogar de la magia
Tamajón es sinónimo de ciudad encantada, que es el atractivo turístico más importante del municipio.
Como ocurre en Cuenca, la ciudad encantada de Tamajón es un paraje natural en el que la erosión ha ido dando curiosas formas a las formaciones rocosas y donde se ha creado un “bosque de hadas” que encandila a niños y mayores.
Más allá de este plan en plena naturaleza, este municipio custodia dos construcciones de gran interés para el viajero: la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y el palacio de los Mendoza, aunque estas no estén levantadas con el material característico de la ruta de los pueblos negros.
La primera, a las afueras de la localidad, es una muestra de cómo distintos estilos arquitectónicos pueden convivir en plena armonía. Construida inicialmente en el siglo XII, su planta románica se combina con lo mejor de la técnica renacentista debido a una ampliación que el templo experimentó en el siglo XVI.
En cuanto al palacio, que hoy ejerce como ayuntamiento de la localidad, es una casa señorial del siglo XVI con una amplísima fachada de piedra que traslada inmediatamente al pasado. Sin lugar a dudas, es puro espectáculo de piedra caliza, que contrasta mucho con la pobreza de materiales del resto de municipios de la zona.
Campillo de ranas: el pueblo negro por excelencia
Con casi total seguridad, Campillo de Ranas sea el pueblo más bonito de la arquitectura negra de Guadalajara.
Pequeño, completamente rodeado de naturaleza, bosques, montañas y riachuelos, con calles que ni siquiera están asfaltadas… Esta localidad es toda ella una postal para los más aficionados a la fotografía. Aquí la pizarra es la protagonista absoluta, junto con el pico del Ocejón, la montaña que sirve como marco paisajístico a la aldea.

Sobre toda la población destaca, como viene siendo habitual, la torre de la iglesia, donde la técnica de construcción con la piedra negra es exquisita y se mantiene muy bien conservada pese al paso del tiempo.
Otro de los planes que hay que incluir en el mapa de Campillo de Ranas es la visita a la cascada del Aljibe, una formación natural en la que el agua ha ido creando pozas que se nutren unas a otras a través de una cascada que genera un torrente de agua pura y cristalina inesperado.
Majaelrayo: carácter de piedra
Esta localidad se disputa el puesto de pueblo negro más llamativo con Campillo de ranas. Está un poco más al norte y metido en la sierra y sus construcciones son enteramente realizadas con este material.
Grandes caserones de una única planta, pequeñas manzanas de viviendas adosadas y corrales interiores son la principal característica arquitectónica de este enclave, en el que actualmente no vive más de medio centenar de personas.
Es un lugar ideal para quienes aman hacer rutas de senderismo, puesto que en él hay varios alojamientos rurales y, desde ahí, parten muchos senderos que permiten disfrutar a distintos niveles: pequeños paseos, sesiones para los más apasionados por la montaña e incluso salidas para los más peques de la casa.
Desde el punto de vista de las visitas, como suele ser normal en esta arquitectura negra de Guadalajara, lo más impresionante es la iglesia, dedicada en esta ocasión a San Juan Bautista. Aunque muy destrozada por la guerra civil, todavía mantiene parte de su encanto, como la pila bautismal, original de 1579.
Retiendas: el final de la ruta
Hay que deshacer el camino desde Majaelrayo y pasar por Campillo de ranas y Tamajón para llegar hasta Retiendas, donde acaba nuestra ruta por los pueblos de pizarra negra.
Este municipio tiene el honor de ser llamado el pueblo blanco de los pueblos negros. Y con razón: al igual que ocurre con el comienzo de la ruta, en esta localidad desaparece poco a poco la pizarra y regresa la piedra caliza, así como las construcciones más modernas, con otros materiales.
Bañado por el río Jarama, Retiendas es un lugar en el que el principal interés lo tiene un monasterio: el de Bonaval, del siglo XII, declarado conjunto histórico-artístico.
En 2017 comenzó una restauración parcial de los restos del edificio religioso y es una absoluta belleza, a medio camino entre las ruinas y la total naturaleza, pues hay que caminar un par de kilómetros por una ruta muy intrincada para llegar.
Con este último plan cerramos una ruta que permite a los viajeros conocer siete pueblos esenciales de la arquitectura negra de Guadalajara. Todos ellos, recomendados por la propia Diputación, constituyen uno de los puntos más llamativos para los amantes del turismo rural en el centro de España.